El
secreto de Estee Lauder: marketing austero y presencia
internacional
Estee
y Joseph Lauder sólo tenían 50.000 dólares cuando
comenzaron en 1946 comenzaron su negocio de cosmética,
una cifra demasiado pequeña para que cualquier agencia
de publicidad se interesase en promocionar sus
productos. Así que en vez de gastar dinero en
publicidad, decidieron gastárselo todo en muestras que
su hijo Leonard repartía en su taxi, entre las mujeres
que asistían a los actos benéficos que se celebraban en
el hotel Waldorf Astoria de Nueva York.
Así
es como nació la estrategia de marketing “díselo a una
mujer” de la empresa Estee Lauder.Durante su discurso
inaugural en el encuentro de marketing que tuvo lugar
este otoño Leonard A. Lauder, en la actualidad
presidente de la empresa, relató la historia de cómo su
negocio familiar creció hasta convertirse en una
multinacional valorada en 4,6 billones de dólares. El
hijo de Lauder, William, de 42 años de edad, fue
nombrado director de operaciones el mes pasado,
representando así la tercera generación que dirige la
empresa. Aunque Estee Lauder salió a Bolsa en 2000, la
familia todavía controla más del 90% de las acciones con
derecho a voto.
Leonard
Lauder, que empezó trabajar en la empresa en 1958, ocupó
el cargo de presidente desde 1972 hasta 1995, dirigiendo
el crecimiento de la empresa por medio del lanzamiento
de nuevas marcas, adquisiciones y ventas
internacionales. Los ingresos en 2002 fueron 4,7
billones de dólares, un 6% más que el año anterior,
dando así continuidad a una etapa de más de 50 años de
crecimiento ininterrumpido de las ventas. La empresa
vende sus productos en más de 130 países a través de
aproximadamente 13.500 puntos de
venta.
Tal
y como contó Lauder, el crecimiento de la empresa se ha
logrado gracias a la búsqueda constante de nuevos
mercados y a competir consigo misma con nuevas marcas y
canales de distribución. Además, su estrategia a menudo
se implantaba a pesar de opiniones contrarias,
comenzando por su abogado y contable, el cual aconsejó a
Estee y Joseph Lauder que no invirtiesen en una empresa
de cosmética. La idea de regalar muestras
–correspondientes a la producción de entre uno a tres
meses–, fue igualmente ridiculizada por sus
competidores.
“Todos
y cada uno de nuestros competidores dijeron que íbamos a
ir a la quiebra. Ahora ellos han desaparecido”, enfatizó
Lauder, graduado en Wharton. “La idea era correcta.
Nosotros creíamos en la calidad del producto, a las
mujeres les gustó y volvían a nosotros, y volvían a
nosotros …”.
Pero
aunque los fundadores fuesen atrevidos, no eran
estúpidos. Poco después de entrar en la empresa en 1958,
Leonard propuso que la empresa añadiese pintauñas a su
gama de productos. Su madre, con quien compartía
despacho, le paró en seco, afirmando que la empresa era
demasiado pequeña como para entrar a competir con
Revlon, un gigante del sector.
Cuando
en 1960 Gran Bretaña cambió la austera normativa
implantada tras la Segunda Guerra Mundial y permitió las
importaciones, Estee Lauder fue uno de los primeros
importadores en introducirse en el país, ofreciendo sus
productos a través de los grandes almacenes Harrod’s de
Londres. Los críticos decían que las economías europeas
de posguerra no eran lo suficientemente fuertes como
para permitirse frivolidades como los productos
cosméticos. Pero acertadamente la empresa supuso que
entre la gente se produciría un fuerte deseo de darse
pequeños lujos.
Ese
mismo éxito se repitió en Asia introduciéndose en Hong
Kong, y algo más tarde fue la primera empresa de
cosméticos estadounidense que se introdujo en la antigua
Unión Soviética. Recientemente ha empezado a operar en
Vietnam y en China. Las ventas internacionales, que han
crecido alrededor de un 10% al año desde 1996,
representaron el 39% de los ingresos de la empresa en
2001.
Los
canales de distribución varían en función de las
costumbres de cada país. En EE.UU. la empresa vende
principalmente a través de los grandes almacenes. En
Francia tanto en grandes almacenes como en perfumerías.
En Alemania únicamente en perfumerías. Pero a diferencia
de otras muchas multinacionales, las cuales utilizan
agencias y campañas de publicidad diferentes para cada
país, Estee Lauder mantiene una imagen global única para
cada marca.
La
empresa también creció gracias a la “auto-competencia”,
lanzando marcas como la colonia para hombre Aramis
en 1964 y Clinique
en 1968, la cual se convertiría en la principal
competidora de la marca Estee
Lauder. En 1979 nació Prescriptives
(pestañas postizas, máscara y maquillaje) y en 1990
Origins,
una línea para los que buscan componentes
naturales.
“Entonces
nos dimos cuenta de que nuestra empresa se estaba
haciendo demasiado grande como para perder posiciones en
muchos terrenos”, afirmó Lauder. Así, en 1994 la empresa
adquirió M.A.C., una línea de cosméticos de moda que
utilizaba a modelos travestidos en sus
anuncios.
“A
mi solo nunca se me habría ocurrido algo así,” confesó
Lauder. “Entonces fue cuando me di cuenta de que no es
tan mala idea contar con alguien que tenga ideas
innovadoras, que piense de forma totalmente diferente a
la tuya, y ponerle al frente de esas
empresas”.
De
las 16 marcas que tiene la empresa Estee Lauder en
la actualidad, todas ellas salvo las cinco originales
son el resultado de adquisiciones. “Hemos mantenido a
cada uno de los empresarios en su misma situación y
todavía siguen dirigiendo las empresas que nos
vendieron”, señaló Lauder. “En cada caso, les hemos
facilitado asistencia operativa y de marketing;
supervisamos tanto sus operaciones principales como sus
operaciones back office. Pero ellos son los jefes
y compiten los unos contra los otros”.
Cada
una de las divisiones tiene un “producto estrella”
-lápiz de labios para M.A.C, perfumes para el buque
insignia, la marca Estee Lauder– en el que concentran
todo su marketing. Los agentes de ventas son entrenados
para ofrecer otros productos de la misma línea en cuanto
un cliente ha entrado por la puerta.
La
mezcla de líneas de productos “convencionales” y
“revolucionarios” ha evitado que la empresa se quedase
estancada. En 2001, alrededor de un tercio de sus
ingresos procedían de productos que llevaban en el
mercado tres años o menos.
La
empresa limita la distribución de la mayoría de sus
productos a grandes almacenes muy selectos y a algunas
tiendas especializadas. La única excepción es su línea
Jane,
orientada a un público adolescente, que tiene una
distribución masiva en grandes superficies como
Wal-Mart
y Target. También vende sus productos en
Internet a través de Gloss.com,
una joint
venture con Chanel y
Clarins. “Restringimos la distribución
para que el consumidor nunca esté satisfecho”, afirma Lauder.
“Siempre hemos creído que la demanda debe ir por delante
de la distribución”.
Esta
es la razón por la que su línea de cuidado del cabello
Bumble
and Bumble sólo se distribuye a través de
un reducido número de peluquerías. Así es como las
ventas medias alcanzan los 16.500 dólares en comparación
con los 1.000 dólares de su competidor L’Oreal,
que tiene una distribución más extensa. “Tenemos
multi-marcas, multi-canales de distribución y somos
multi-nacional: representamos el concepto
multi-multi”.
El
crecimiento no se ha logrado sin algunos tropiezos. El
lanzamiento de Clinique
en 1968 casi arruina a la empresa. “Nos metimos en la
boca más de lo que podíamos masticar”, explica Lauder.
“Ahora entiendo el concepto de cash flow. Por
entonces no lo entendía”.
En
2001 la empresa soportó unos gastos de 22 millones de
dólares para cerrar 86 tiendas de colonias Tommy
Hilfiger, que estaban obteniendo malos
resultados, y reponer los expositores de las tiendas con
su marca Jane.
Fue preciso gastar otros 41 millones de dólares para
renovar la organización de la marca y el sistema de
suministros.
Lauder
afirma que le preocupan los cambios en los hábitos de
compra, donde los grandes almacenes están perdiendo
importancia. El volumen de este tipo de comercio es
todavía bastante bueno; tres cuartas partes de los
consumidores que acuden a los grandes centros
comerciales lo hacen atraídos por sus grandes almacenes.
Pero la competencia ha obligado a los grandes almacenes
a volverse “super-promocionales”, apunta Lauder. “La
credibilidad en la fijación de precios, que ha sido tan
importante durante tantos años, está ahora en
entredicho. Han dañado tanto su propia imagen, que a
veces es más barato comprar en Macy’s
que en Target”.
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